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Cine de verano: buena añada Vol. 2 (El perfecto anfitrión y Super 8)

El chaval de la derecha, un genio. Palabra.
El perfecto anfitrión (Nick Tomnay) y Super 8 (J. J. Abrams) son películas antagónicas por muchos aspectos:

1) La primera transcurre casi todo el tiempo en una sola localización, la casa del anfitrión al que hace referencia el título y apenas cuenta con tres tomas exteriores muy breves. En cambio, Super 8, abarca todo un pueblo del medio-oeste norteamericano y sus alrededores.

2) Visualmente, El perfecto anfitrión adopta un estilo de "home cinema" entre deficiente y artístico-independiente. Nada que ver con la propuesta de Abrams, que hace de cada fotograma una obra de arte.

3) Pocos efectos artificiales en la primera película, aunque recordemos que están aunque no se noten (de lo contrario, estaríamos hablando de una película con varias bajas). En el film del artífice de Lost se utiliza lo mejor de las últimas tecnologías con, en general, un gran acierto.

4) Si Super 8 es cine de aventuras con romance, historias de adolescentes y mucha ciencia ficción, es difícil clasificar El perfecto anfitrión, que bebe de la comedia negra tanto como del teatro filmado y del thriller psicológico (los elementos del género policíaco son meramente anecdóticos).

5) En cuanto a referencias cinematográficas, la primera película recuerda en parte a La huella, por el duelo entre dos actores, aunque aquí resulta demasiado desigual, pero también evoca a Obra maestra (David Trueba) a su vez inspirada en Cecil B. Demented (John Waters), e incluso remite a Misery (Rob Reiner).

Sobre las referencias de Super 8 se podría escribir un libro, porque es uno de sus grandes aciertos, ya que resume a la perfección el mejor cine de aventuras con protagonistas adolescentes de principios de los ochenta: Los Goonies, Cuenta conmigo, Exploradores, etc. Pero va más allá y también comprende parte del cine de ciencia ficción de la misma época: Encuentros en la tercera fase, ET e incluso Aliens. Tampoco pasa desapercibida su filiación con el cine de catástrofes y las películas de monstruos de serie B.

El protagonista es el 75% del film.
Diremos sobre El perfecto anfitrión, que se trata de una película estimable por su guión y por la gran e histriónica interpretación de David Hyde Pierce, el memorable Niles de la serie Frasier. Desde luego, no es la típica película norteamericana y los amantes de los desenlaces sorprendentes encontrarán muchos motivos de satisfacción. Lástima de la fotografía y de cierta arritmia en la dirección.

Super 8 es, y no soy de los que lanzan las campanas al vuelo, la mejor película de aventuras con elementos de misterio y ciencia ficción, que he visto en muchísimos años. Creo, y no me pienso equivocar, que este film forma ya parte de la Historia del Cine.

J. J. Abrams consigue reciclar toda una época y sus clichés con los tópicos de varios géneros para construir una historia inolvidable, tan entretenida como llena de emociones y sentimientos. Una experiencia fílmica que merece la pena vivir muchas veces.

Apenas tres detalles que criticarle. El más importante, el final precipitado (¿a santo de qué le entran las prisas a J. J.?). En segundo lugar, algunos riesgos para la verosimilitud como la frecuente visita de los chavales a la escena del accidente o la heroicidad del padre del protagonista al escaparse del enemigo. Y, por último, una molesta línea azul, como si se tratara de una lente desenfocada o de un efecto de luz involuntario (pero que no lo es) que recorre casi todo el metraje, como si J. J. Abrahams se esforzara en recordarnos que su película bien podría haberse rodado en los ochenta.

Mis escenas favoritas: el principio, una clase magistral de economía narrativa (descripción del protagonista y presentación de varios conflictos en apenas unos minutos); el accidente (brutal y eficaz alarde de efectos) y, por último, todas en las que el Orson Welles en miniatura (Riley Griffiths) pone la nota de humor (cada vez que aparece en pantalla).

Impagable también la sorpresa de los créditos finales, pero no puedo contar más.

No me convencen, en cambio, ninguno de los dos antagonistas principales. Uno, el humano, por desabrido, como tampoco me convence la bestia, por recordarme demasiado a un animal de seis patas con cara de Alien, cuerpo de Mimic y costumbres de Jeepers Creepers.

Dos películas con casi nada en común, salvo el mérito de crear una realidad propia a partir de una tradición cultural, y otro no menos importante: conseguir que este verano las salas de cine hayan estado muy animadas.

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